Los salazones forman parte de la tradición gastronómica más antigua del Mediterráneo y en Dénia han sabido conservarse como un auténtico tesoro culinario. Desde tiempos íberos y romanos, la técnica de salar y secar el pescado ha sido una forma eficaz de conservación y, al mismo tiempo, un arte que potencia los sabores del mar. Hoy, los salazones siguen siendo protagonistas en la mesa dianense, recordándonos el legado de generaciones que vivieron en estrecha relación con el mar.
En Dénia, los salazones más habituales son deatún, bonito, anchoa, caballa, capellán o sardina, aunque también se elaboran con otras especies que llegan frescas a la lonja. La sal actúa como elemento esencial, aportando intensidad y un sabor inconfundible que convierte estos productos en un manjar apreciado tanto en la cocina tradicional como en propuestas más innovadoras. Su sencillez esconde siglos de historia y de saber hacer marinero.
Los salazones se disfrutan de múltiples maneras: en finas láminas acompañadas de pan y aceite de oliva, en ensaladas frescas con tomate y cebolla, o como parte de tapas que combinan tradición y creatividad. Cada bocado concentra la esencia del mar y transmite la autenticidad de un producto que ha trascendido modas, manteniéndose siempre vigente en la cultura gastronómica de Dénia.
Degustar los salazones de Dénia es sumergirse en una experiencia que une historia, mar y sabor mediterráneo. Un producto humilde en su origen, pero cargado de valor cultural, que continúa conquistando a quienes buscan autenticidad en la cocina y que convierte cada mesa en un homenaje a la tradición marinera.